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A siete años del terremoto que sacudió al Istmo de Tehuantepec: imborrable en la memoria histórica de Oaxaca

 A siete años del terremoto que sacudió al Istmo de Tehuantepec: imborrable en la memoria histórica de Oaxaca
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REDACCIÓN

El 7 de septiembre de 2017 quedará marcado en la memoria de los habitantes del Istmo de Tehuantepec como una de las noches más trágicas de su historia. A las 23:49:17 horas, un sismo de magnitud 8.2 sorprendió a la región, sacudiendo no solo la tierra, sino también la vida de miles de personas. Este terremoto, considerado el de mayor magnitud, tuvo su epicentro en el Golfo de Tehuantepec, a 133 kilómetros al suroeste de Pijijiapan, Chiapas, y su fuerza devastadora se sintió en gran parte del sur y centro del país.

Las horas posteriores al terremoto fueron caóticas. En medio del dolor y la confusión, los istmeños enfrentaron la destrucción de sus viviendas, la pérdida de sus seres queridos y el colapso de su entorno cotidiano. El sismo causó muerte , dejando un luto profundo que aún perdura en los corazones de muchos.

Dos días después del evento, las réplicas continuaban sacudiendo la zona, con un registro de 482 movimientos telúricos adicionales. Quince días más tarde, la cifra se elevaba a 4326 réplicas, siendo la más significativa de ellas de magnitud 6.1, manteniendo a la población en un constante estado de alerta.

El mes de septiembre de 2017 ha sido recordado como el “mes de la desgracia” en el Istmo de Tehuantepec, no solo por la magnitud del desastre natural, sino también por la prueba de resistencia que impuso a sus habitantes. Sin embargo, en medio de la tragedia emergió una fuerza más poderosa: la solidaridad. Familias enteras, vecinos y comunidades se unieron en esfuerzos colectivos para sobrellevar la catástrofe. La ayuda mutua, el trabajo conjunto y la cooperación se convirtieron en los pilares para enfrentar el reto de la reconstrucción.

Hoy, siete años después, el recuerdo del terremoto aún resuena con fuerza en el Istmo. Aunque la naturaleza mostró su lado más implacable, la respuesta de los istmeños, basada en la solidaridad y la tradición comunitaria, demostró la capacidad de subsistir ante la adversidad. Con el paso del tiempo, las heridas han comenzado a cicatrizar, pero la memoria del 7 de septiembre sigue viva, como un recordatorio del poder destructivo de la naturaleza y, al mismo tiempo, de la fortaleza y resiliencia de un pueblo.

Administrador Fortín

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